Un equipo de científicos internacional ha descubierto que la desaparición de los microbios con los que veníamos conviviendo durante la evolución humana explica la aparición de nuevas enfermedades.

Nuestro organismo no es otra cosa que un conjunto de células, orquestadas por el ADN que las especializa a cada una para el fin concreto que está destinada.

Si queremos hacer una libre interpretación, pensemos que cada una de nuestras células, interactúa como cada uno de los individuos de una comunidad de abejas u hormigas. A lo largo de su existencia, y de forma más o menos independiente, nuestras células nacen, crecen y mueren, siendo sustituidas por otras, transcurridos periodos de tiempo más o menos largos.

En última instancia, visto así, nuestro cuerpo no se es muy diferente a un termitero o una colmena de abejas.

Pues si somos en realidad un cúmulo de células especializadas cada una en una función concreta, una parte de ese conjunto de células, es la que forma la microbiota que desde nuestro estómago influye de forma tan determinante en las funciones de nuestro organismo.

Siempre hemos entendido, que realmente el estómago ha sido, en mayor o menor grado, el centro de nuestra existencia.

Desde hace mucho tiempo, se viene estudiando la importancia en la salud digestiva que desempeñan los microorganismos del intestino humano.

Las investigaciones más recientes indican que la microbiota intestinal puede estar muy relacionada con aspectos más generales de la salud, incluida la obesidad y la salud metabólica.

Parece que el microbioma tiene efectos específicos sobre la actividad cerebral, la ansiedad y la depresión, y éstas han sido vinculadas con el síndrome del intestino irritable.

Todos tenemos nuestra propia flora, sin la cual no podríamos digerir los alimentos. Y está compuesta de una combinación de bacterias distinta en cada individuo. Los que no engordan fácilmente, parece ser que tienen la suerte de disponer de una combinación específica. Se trataría de trasladar esta flora a los que tenemos tendencia a acumular grasa.

De hecho, con las últimas investigaciones, tratan de aislar la flora microbiana de las heces de personas que por su metabolismo no engordan con facilidad para implantarlas en personas con metabolismo contrario.

Ahora se viene intuyendo, que la aparición de varias enfermedades físicas y mentales que sufren los humanos, puede estar ocasionada por la extinción de ciertos microbios provocada por la actividad humana.

Al reducir las especies que coevolucionaron con nosotros, se ha investigado que ésta podría ser la causa de problemas de salud como la obesidad, el asma, la enfermedad inflamatoria intestinal, la psoriasis e incluso varios trastornos psicológicos

Los microbios que habitan nuestro cuerpo han ido en regresión debido a los cambios en la alimentación.

La diversidad de bacterias se redujo acusadamente hace unos 10.000 años, cuando los humanos descubrimos la agricultura y dejamos de alimentarnos con la dieta paleolítica (caza, pesca y algo de vegetales salvajes). Esto no solo afectó a nuestra flora intestinal. La agricultura también afectó a los microbios que habitaban en los animales domésticos, que pasaron a sustituir la caza de la que nos veníamos alimentando...

La crianza de ovejas, cerdos o aves de corral aumentó su proporción en la fauna global de la Tierra, reduciendo el hábitat de los microbios.

Por otra parte, debido al tratamiento de la comida con fuego, nuestra especie logró obtener más calorías de los alimentos: como consecuencia nos ha crecido el tamaño del cerebro pero han disminuido los intestinos. Y cuánto más cortos son los intestinos, menos espacio hay para los microbios.

En los últimos dos siglos y medio la aparición de los desinfectantes, el saneamiento, los alimentos procesados, la alimentación con biberón, los viajes internacionales, y, sobre todo, los antibióticos, ha dado lugar a una significativa pérdida de diversidad y homogeneización de las bacterias y otras especies que viven dentro de los seres humanos en todo el planeta.

Y curiosamente, los nacimientos producidos por cesárea, también tienen que ver en la perdida de esta diversidad.

Los niños que nacen de forma natural, se bañan literalmente en la flora vaginal de su madre y adquieren así sus bacterias. En los niños nacidos por cesárea, en sus bacterias, en cambio, predominan los microbios de la piel materna.

Sabiendo que los primeros colonizadores bacterianos son vitales para los sistemas digestivo, metabólico e inmunitario del pequeño, ya parten con desventaja los bebés que nacen por cesárea.